“¡Asu mare!” es el nombre del último éxito comercial del entretenimiento nacional. En el momento en que se escriben estas líneas, ya son un millón y medio de espectadores los que se han divertido con las ocurrencias de “Cachín” Alcántara, el actor/personaje cuyo unipersonal, en el que se basa esta producción, fue un rotundo éxito que se ha mantenido por cuatro años en las tablas, gracias a su innegable talento y carisma. Pero no es precisamente de las cualidades actorales del buen Carlos de las que trata este post, sino del intenso debate sobre el cine peruano, sus limitaciones, posibilidades y necesidades, que se ha desatado a partir del éxito de la película.
Uno de los primeros en pronunciarse fue Joel Calero, cineasta cuya ópera prima, “Cielo oscuro” (2012), de corte dramático e influenciada por el cine de autor, demoró varios años en estrenarse una vez terminada la producción. Dice Calero, en un post publicado en Cinencuentro, que el éxito de “¡Asu mare!” era irrepetible, porque “no se trata de un hecho cinematográfico, sino de un fenómeno sociológico” basado en la figura de su protagonista, “lo más parecido a un equivalente masculino de Gisela Valcárcel”, cuya success story conecta con las grandes audiencias.
Vaticina además Calero que aparecerán quienes argumentarán, “con supuestas pruebas a la mano, que el problema del cine peruano es que no se hacen películas divertidas que es lo que el público espera”.

Pues quien se encargó de convertir en realidad la predicción de Calero fue en esta ocasión el diario El Comercio, que en su editorial del 15/04/13 sostiene:
“Esto supone una lección para quienes sostienen que hay que obligar a los cines a reservar un porcentaje de sus funciones para proyectar películas peruanas, bajo el argumento de que, de lo contrario, no apostarán por producciones nacionales. La lección es que su premisa es falsa: el espectador peruano sí reconoce el cine nacional siempre que coincida con sus preferencias.”
El Comercio asume entonces una posición abiertamente antiproteccionista, que considera que la distribución y exposición de películas debe verse como cualquier otra actividad comercial, regida por las leyes de la oferta y la demanda. Argumenta que existe “una razón de principio” para oponerse a la propuesta de establecer una “cuota de pantalla” a favor del cine nacional. “La única manera legítima de triunfar es esforzándose por lograr el producto que los compradores prefieren”, agrega.
Pero algo que seguramente no esperaba el editorialista de El Comercio es que el propio productor de “¡Asu mare!, Miguel Valladares, saldría a rechazar que se utilice el éxito de su película para promover la idea de que el cine peruano no requiere de apoyo estatal.
Valgan verdades, pese a que la editorial de El Comercio se enfoca en argumentar en contra de cualquier regulación en la distribución cinematográfica, no llega a rechazar que existan subvenciones del estado a la producción.

Una opinión en una línea similar a la de El Comercio, aunque bastante más elaborada, es la del economista Hans Rothgiesser, más conocido en las redes sociales como mildemonios, quien ataca a los que plantean la llamada “cuota de pantalla”, acusándolos de elucubrar teorías sobre las empresas de distribución, que conspirarían para cerrar el paso a las producciones nacionales. Considera que una medida como esta obligaría a los espectadores a ver películas “seleccionadas por un consejo de conocedores”.
En medio de sus argumentos, Rothgiesser nos suelta una serie de datos interesantes: la producción de “¡Asu mare!” hizo hasta tres estudios de mercado para saber exactamente qué es lo que querían los peruanos que van al cine, lo que les sirvió para garantizar el éxito comercial de su película y buscar así el financiamiento necesario por parte de la empresa privada.
Confirmamos así lo que ya sabíamos: “¡Asu mare!” es un producto comercial hecho a medida de un público. Aquí vislumbramos la posibilidad de que esta película marque el camino al establecimiento de un círculo vicioso: una productora interesada en el rédito hace una película puramente comercial que consigue el apoyo de empresas privadas, que a su vez se encargan del marketing de la película. El mercado, seguramente, crece. Cualquier mérito artístico (que no negamos que “¡Asu mare!” pudiera tener) es, entonces, relegado a un segundo plano.
Afortunadamente, el director Ricardo Maldonado parece tener una visión más amplia. En una nota publicada en el suplemento Domingo de La República (21/04/13), dice: “Tiene que existir todo tipo de cine en el Perú. Organizaciones como Dicine y el circuito independiente tienen que seguir, no me parece que lo comercial le quite a lo independiente, para nada. El hecho de que haya más cine comercial va a hacer que haya más cine independiente”.
Rothgiesser también reconoce la necesidad de que exista un circuito independiente apoyado por el estado, pero le niega la posibilidad de que ese mismo estado lo ayude a entrar al circuito comercial, descartando así cualquier esperanza de que sea sostenible.
Recordamos aquí los groseros abusos que se han cometido contra películas peruanas, que se han programado en horarios absurdos y en muy pocas salas. Resulta curioso que Rothgiesser sostenga que una cuota de pantalla restringiría la libertad de los peruanos para ver lo que quieren, pues vemos a diario más que suficientes funciones de los conocidos blockbusters, mientras que muchas películas peruanas no reciben la oportunidad de competir en igualdad de condiciones.

Ante esto se ha pronunciado el crítico Ricardo Bedoya, quien se pregunta: “¿Pero acaso no existe una “cuota de pantalla” tácita que funciona a favor de los blockbusters? ¿Las salas de cine no programan “huesos” a cambio de la pulpa que llega con los estrenos veraniegos del Norte?”. Agrega Bedoya que “¡Asu mare!” no prueba la superfluidad del proteccionismo, sino todo lo contrario: demuestra su necesidad.
“Las políticas públicas de promoción del cine en casi todos los países reservan parte de sus recursos a los proyectos destinados a un público amplio y hasta masivo. La razón: una película nacional exitosa es un factor que familiariza al público con su cine, que crea un colchón para otros proyectos, que genera recursos para lo que debería ser el modelo de producción cinematográfica: de inversión privada con apoyo del Estado.”
En su crítica publicada en La República (21/04/13), Federico de Cárdenas elabora esta posición: “sería bueno que existieran otras películas que alcanzaran el éxito de Asu mare, siempre y cuando no se pretenda hacer de este “el” modelo a seguir por el cine peruano. Una cinematografía requiere de diversidad, es decir de un cine dirigido al gran público y de otro de expresión personal”.
Así continúa el debate acerca de los caminos a seguir para tener un cine peruano sostenible, con la Ley de la Cinematografía y el Audiovisual Peruano como principal punto de polémica. En Paisaje Imaginario tenemos nuestra propia posición al respecto, que desarrollaremos en próximos posts.