Anoche, en el Centro Cultural CAFAE-SE, se llevó a cabo un entretenido debate que había comenzado en las redes sociales, acerca de las políticas públicas para la promoción del cine nacional: el periodista/economista Hans Rothgiesser, autor del blog Economía de los Mil Demonios cuyas opiniones ya hemos reseñado en un post anterior, polemizó con Gabriel Quispe, crítico de cine y miembro de Cinencuentro, así como de la Unión de Cineastas Peruanos y la Asociación de Prensa Cinematográfica. Este evento fue moderado por el bloguero José Alejandro Godoy y acertadamente transmitido en vivo por el sitio web puntosdecultura.pe del Ministerio de Cultura.
Luego de escuchar las primeras intervenciones de ambos conferencistas, nos quedaba claro al menos un punto en que se puede establecer un mínimo consenso: el mercado cinematográfico nacional es imperfecto, por lo tanto, requiere de la intervención del Estado. Esta puede manifestarse a través del financiamiento de proyectos audiovisuales, que se hace mediante la Dirección General de Industrias Culturales y Artes, contra lo cual nadie significativo se ha pronunciado (Rothgiesser se encargó de llamar “extremistas” a quienes desearían que este mecanismo no existiera).
Cuando sí aparecieron grandes discrepancias fue en el momento en que tocó discutir acerca del punto del proyecto de Ley del Cine en el que se establece una “cuota de pantalla” del 20% de proyecciones comerciales reservadas a películas nacionales.
Rothgiesser sostuvo que la cuota de pantalla es negativa porque limita la elección del consumidor y constituye una especie de subsidio cruzado que termina dañando el mercado. Agregó que las negociaciones acerca del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, documento en el que se basa el planteamiento de un 20% de cuota de pantalla, fueron “políticas” y no “técnicas“, por lo que resultó una cifra excesiva e inaplicable.
Comentó que la producción de Asu mare planeó la fecha de estreno de su película para que no tuviera que competir con ningún blockbuster en un espacio de tres semanas, jugando así con los ciclos del mercado “sin tener que imponerle a la gente tu visión”, lo que calificó como una buena estrategia comercial. “La industria es un negocio, no estamos hablando de promover cultura“, dijo, al explicar la diferencia entre promoción de la cultura, de una industria cultural nacional y de una visión de cultura nacional.
El economista recordó el caso de Las malas intenciones, que fue desplazada a horarios que llamó “secundarios” en la segunda semana de su estreno, y dijo que era preocupante que el Ministerio de Cultura hubiera intervenido mediante un pronunciamiento dirigido a las salas comerciales a favor de esta película en específico, en lo que consideró una especie de lobby.
Ante esto, Gabriel Quispe sostuvo que la cuota de pantalla es la manera en que “se puede garantizar que el cine de un país mantenga una presencia mínima en las salas comerciales, contra el inmenso aparato de la distribución norteamericana”. Quispe agregó que el cine peruano, aunque consiga cierta asistencia de público, compite en desventaja, porque las grandes distribuidoras cuentan constantemente con docenas de estrenos. Dijo que no hay diferencia entre lo técnico y lo político en la negociación entre estados. “Todas las negociaciones son políticas y Estados Unidos ha hecho negociaciones hiperpolíticas“.
Quispe aseveró que alrededor del mundo hay gobiernos de diversas líneas políticas que apoyan sus cinematografías nacionales, pues se trata de una decisión a favor de una industria cultural que es un factor de desarrollo para cada país. Acerca de los concursos de financiamiento de proyectos, señaló que pese a que hay un cierto tipo de cine que suele beneficiarse de los mismos, esto no pretende más que asegurar la diversidad de la producción cinematográfica nacional.
Acerca del caso de Asu mare, dijo que demuestra que el cine peruano es diverso y que es necesario seguir fomentando esa diversidad y construyendo públicos diferentes.
Luego de escuchar las exposiciones de ambos, los asistentes tuvieron la oportunidad de emitir comentarios. Se encontraba presente Christian Wiener, ex director de la DICINE, que respondió a Rothgiesser sobre el caso de Las malas intenciones. Aseguró que lo que motivó el pronunciamiento del ministerio fue que hubo una “intencionalidad de maltrato” en contra de esta película, colocándola en los horarios de 2 p.m. y 11 p.m. Negó que hubiera cualquier tipo de lobby.
Wiener, ex presidente de la UCP y conocido defensor de la nueva Ley del Cine, señaló que el costo de entrada de una película extranjera al Perú es prácticamente nulo, mientras que una película peruana tiene que batallar por llegar a ser distribuida luego de los altos costos de producción. También se pronunció en contra de que el cine peruano tenga que retirarse de la competencia en los meses en que el cine estadounidense domina el mercado.
Otro de los que participó desde el público fue el crítico Juan José Beteta, quien tuvo cuestionamientos para ambas partes enfrascadas en el debate. Beteta argumentó que, si bien el mercado de distribución no puede supeditarse a las disposiciones de las grandes distribuidoras, el Estado, en cuanto accede a financiar proyectos, debería también exigir resultados a cambio, ya sea en forma de rédito o de premios en festivales internacionales.
Puso la nota curiosa un asistente que preguntó por qué no fue convocado a debatir un representante de los multicines, lo cual sonó peregrino en el momento pero dio pie a pensar cuál sería la reacción de los empresarios ante una hipotética promulgación de la nueva Ley del Cine.
En resumen, se trató de una jornada fructífera, parte de un debate que parece lejos de resolverse.